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Las Marías.
Es impresionante, algo tiene esta foto que me acongoja
de inmediato y me da ganas de llorar, tal vez de risa, pero también un llanto dulce y largo por todas
las penas pasadas y futuras que tiene el hecho de existir. Y es que
aunque cargan en ellas toda la desolación de lo humano y lo divino,
también llevan escondido en algún pliegue profundo de su cuelgue
algo muy luminoso. Es eso que llamamos la chispa de la vida. Y no sé
si es esto último lo que más ganas de llorar me da al verlas.
Cuando las vi aluciné. Supe luego de ellas, leyendo el artículo bajo
la foto, que vivieron en Santiago de Compostela, que las habían
llamado las Marías pero que se llamaban Coralia y Maruxa. Coralia
era la menor y más alta y al parecer la más tímida. Maruxa era la
mayor a pesar de ser la más pequeña y la que llevaba la voz
cantante. Habían sido personajes emblemáticos de la ciudad y a su
muerte se les levantó una estatua en la entrada del Parque de la
Alameda. Claro que su historia había sido triste. De familia
anarquista, con apenas veinte años, desde el inicio de la guerra
fueron objeto de torturas y violaciones por parte de los fachas
hasta mediados de los años cuarenta, para que confesaran donde
estaban sus hermanos huidos, o para entretener sus horas aburridas
los muy hijos de puta. A raíz de eso dice la voz popular que se
volvieron locas. Pero de su locura ellas hicieron un faro de
libertad en esos años grises. Repintadas y envueltas en colorines se
dedicaban a pasear y eran ellas las que piropeaban a los hombres.
Decían que todos se enamoraban de ellas y flirteaban con los
estudiantes. Eran costureras y de eso trabajaban con su madre pero
lo tuvieron que dejar porque la gente dejó de llevarles trabajo para
no significarse en aquellos tiempos de represión. Sin embargo parece
que la gente dejaba dinero en ciertas tiendas que luego les daban
provisiones gratis. Cuando a finales de los 60 se les hundió el
tejado una suscripción popular recaudó 250.000 pesetas, el entonces
valor de un piso. Maruxa murió en el 80 y Corali se fue a La Coruña
con otra hermana, pero no paraba de preguntar cuál era el camino
para volver a Santiago. Murió tres años después. Y eso era todo lo
que decían de ellas.
Nenas, si no os hubiera encontrado no habría tenido ánimo de
seguir con esto. Yo también me veo hecho un fantoche con mis
critiqueos estrafalarios ante un mundo de falsa corrección homologada
según norma. Pero voy a ponerme los colorines más chillones que
encuentre por mi almario y voy a echarme de nuevo pa'la red. Vaya dedicada a vosotras la reaparición de El
Berrido Barrancario.
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