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escri-lec-tura
primer capítulo de GE-NO-MEANDO 2ªparte
Hola. Conque has venido a leerme. Me alegro.
Así que ahí estas con el hocico serio corriendo la vista por el texto
esperando entretenerte. Vamos a ello ¿Estás atemperado, cómodo,
dispuesto? ¿En la cama, de viaje, en la playa, en el retrete...?
¿Tal vez en algún tipo de espera? ¡No me digas que en plan de
estudio! Ya sería cachondo que acabara esto siendo objeto de algún
tipo de currículo. Cosas más raras se han visto. En fin. Yo no sé
cómo estaré cuando tú estés aquí conmigo, con esto. A lo mejor ni
estoy. Tampoco me es posible saber cómo van a estar las cosas luego,
en el momento que leas en tu ahora esto que ahora es. Las cosas, la
gente, los bichos, las plantas y las piedras. Ni los epiciclos y la
eclíptica. Tampoco las modas, los gustos, las leyes y las normas de
costumbre. Supongo que sin duda estarás en esta esfera que gira en
el espacio alrededor del Sol que la calienta. No me atrevo a pensar
que esta obra mía llegue a salir más allá de la gravedad terrestre y
entonces vayas a estar fuera de la Atmósfera, de vacaciones,
conectado a una burbuja vital artificial como la ieseese esa, o ya
puestos, en un tipo de cápsula que viaje con velocidad ultralumínica
fuera de los límites del Tiempo, en turismo sexual a otra galaxia.
Entonces, quizás, porque no, tal vez no sean de tinta y papel los
soportes. Ni siquiera de superficie molecular reescribible, sino que
entre la información directamente en tu cerebro como si de un
pensamiento con palabras se tratara, o tratase, mientras que tus
ojos y tus manos se dedican a hacer cualquier otra cosa. Igual esto
ha caído en tus manos después de haber permanecido perdido mucho
tiempo. Como aparece ese escrito en el siglo treinta y cuatro debajo
de la bañera en la novela de Lem. Cosas que aparezcan así se
convierten ahora enseguida en importantes, no hace falta que sean
grandes logros de ningún tipo de arte. Claro que es posible otra
estructura cultural que a lo viejo no le dé mayor importancia que a
basura que limpiar de en medio. Entonces... Sólo tú puedes crear la
tela de araña de las historias que ruedan simultáneas con tu leer
esta historia en tu ahora. Te invito a hacerlo. Es lo que hago ahora
yo en el momento de escribirla y siento que la Tierra mete al
Barranco en una noche de principio de verano, conmigo sentado en un
sillón de oficina con ruedas, que compré en el PLUS en una caja con
las instrucciones y los tornillos necesarios para armarlo. Frente a
la pantalla, tecleando. Las golondrinas y los vencejos cenan activos
chillando por el aire y los hombres del pueblo se acercan al bar
mientras las mujeres preparan de comer en las cocinas. El Volcán
Merapi escupe fuego en el exotismo de Java. Las dos tormentas más
grandes del sistema solar se acercan creo que en Venus. De la
lotería diaria de muertos de, veintiuno, treinta y siete, cuarenta y
ocho, tres, diecinueve, veinticinco, veintitrés, sesenta y ocho...
de cada día en Irak, hoy le corresponden treinta y cuatro. Ha sido
no sé qué bomba, puesta por no sé qué fracción, en no sé que sitio
de tránsito. Hanuk Said Halman nunca ha creído ni en Alá ni en Alí
ni en ningún tipo de dios ni en sus putísimas madres. Ni en
islamismos ni en gerifaltes ni en democracias en usos y usas. Ha
cargado como un burro con la inmensa putada de tener que vivir en
una realidad tan cabrona y tonta como la suya durante veinte años.
Con silencio espartano y estoica firmeza. Hace un rato el bombazo le
ha arrancado una pierna por completo y se ha estado debatiendo con
la muerte desangrándose en un apiladero de heridos de esos que allí
llaman hospital. Yo en su caso no habría dejado dios en qué cagarme.
Pero él ha vivido el momento trascendental que le tocaba con la
extraña inalterabilidad de quien ha pasado ya por todo, con una
aceptación cósmica parecida a la que tiene Venus con sus dos
tormentas. Y ha aguantado su dolor sin cagarse en nadie. Quizás
porque no le quedara ya en quién hacerlo, o porque fuera mejor no
elegir a unos para no dejar ninguno fuera. Ha estado pensando, eso
sí, en el amargor de su dura vida de hasta entonces como algo
dulcísimo que ya nunca podrá volver a disfrutar, pasado para
siempre, y, zás, hace el número treinta y cuatro, y se mete el
supositorio de Pedalealina por el ojete el ciclista de élite del
tur, allá en Europa. Su ascensión por su recto le hace poner una
expresión entre de extrañeza, gozo asceta, y preocupación por el
posible cante en el control antidopin, y se sube el short. Mejor
así, por esa vía no hay señales de pinchazos, se dice, intentando
olvidar la presencia fría del objeto extraño en tan sensible parte,
respira hondo y sale del vater echando leches para tomar la salida
de la etapa. En el preciso instante en que el supositorio sale
disparado hacia arriba dejando para siempre atrás el dedo índice del
ciclista, se escapa la bala de cañón de la pistola del guardia civil
patoso que andaba haciendo el tonto con ella mientras distraía su
aburrimiento en el servicio en una carretera secundaria. Al pumm se
asusta y la ha deja caer en el asfalto y sus manos salen disparadas
a taparle las orejas. Se le paran controladas a mitad de su camino
al tiempo que la bala alcanza la furgoneta que acierta a pasar en
ese mismo lapso. Entonces de una forma algo más consciente se las
acaba de llevar a la cabeza. La furgoneta se encaja en la cuneta. La
sangre chorrea por debajo y alguien grita, ¡Julio, julio, que ha
pasao...!, Julio ya no puede saber nada, el guardia civil se aterra
aplastado de repente por el muermo que le va a caer encima y el
recuerdo de su madre diciéndole, hijo, cómo te vas a meter tú a
cosas que tengas que andar con armas con lo inútil que eres para
todo. No puedo saber si dentro de un instante sentirá dolor por lo
que acaba de causar su presencia en este mundo o quizás luego o a lo
mejor nunca. El todavía jamás deja saber lo qué vendrá. Al mismo
tiempo corren ríos de semen. Siempre están corriendo ríos de semen.
Ya lo dijo un escritor. Uno de esos que fue un guarro y que ahora
enseñan en las universidades más conservadoras. De los que suceden
en este momento podemos mirar desde un polvo lindo como este que
ahora echan Paul y Mary, tan jóvenes y novatos que casi que no
sabían por donde hay que meterla, que después de juegos, risas y
escarceos en este instante se corren unidos en un gozo cristalino
que trasciende el Universo (ella sin embargo se ha sentido un poco
sucia al pensar en su papá, que es militar, muy puritano, y esta
fuera, de servicio), hasta este otro, siniestro, de ese soldado
cuarentón, que estrella su simiente contra los azulejos de un
retrete de una base secreta de la CIA, con cierto reconcomio por una
culpa ligera, tras un rato de pajeo para quitarse, como otras veces,
el fuerte calentón que le ha quedado tras torturar a un preso
durante toda la mañana, y que le tenía la polla tiesa y la cabeza
llena de imágenes lascivas y sangrientas del cautivo, confusas con
otras de su hija, Mery, vestida de domingo, con él, en el banco de
la iglesia cantándole a su lado con la comunidad himnos al Señor. En
el clímax gime ¡Yeaahh! cuando un pez sapo caminando con sus aletas
sobre las algas se come a su hijo en el Mar de los Sargazos. Qué
rico es mi niño, dice en pezsapo el grande ¡Papaaa..! contesta en
pezsapo el peque sin poder acabar la frase. Dos mil kilómetros al
este, Gotogú está en un cayuco en alta mar con otros noventa negros.
Acaban de tirar por la borda a una negra embarazada que ha muerto de
frío. Achican agua con latas vacías y tazas metálicas de té. Ha
perdido la cuenta de los días que llevan perdidos sin agua en el
agua. Al tiempo del ¡Yeaaah! y del ¡Papaaa..! él piensa mirando al
Sol que se hunde, llegaré a Europa y tendré un trabajo una casa una
mujer y un coche. Y se pone moribundo a cantar una canción de la
tribu de su abuela que habla de felicidad. Canta junto con Ulele
Wumba que actúa en el concierto de Estocolmo en el soleado estadio
junto con Gaahntina que corea perdida entre el público que mueve los
brazos al compás de la nana que Irina, en Ucrania, le canta a su
hija de dos meses, habida con un marino egipcio, por cierto también
negro, que la dejó preñada y luego se largó. Es dormirse la niña y
muere Hector Valdivia, siguiendo con los negros, en Pekín, mientras
está haciendo unos tratos representando al gobierno cubano en un
asunto comercial. Muerte súbita que coincide exactamente con sesenta
y cinco mil veinticuatro nacimientos y cuarenta y un mil diecisiete
muertes más, y el cero del lanzamiento de un cohete de
telecomunicaciones brasileño en una zona del desierto de
Chijitistán. El fuego de la propulsión mata a un pequeño lagartijo,
azul, verde y amarillo, y la reina de Inglaterra dice, this, of
course, cogiendo un bolso lila con ribetes plateados de entre los
que su dama personal le ofrecía para asistir al recital. Maragall
bosteza en el coche que le lleva al mitin, hastiado de la tremenda
idiotez inacabable del puto estatuto y Paco el Perla dice a su
compadre Juárez, dame el tequila mano, extendiendo el brazo para
agarrar la botella en el parque de Xenoquetal. Diez millones
ochocientos noventa y siete mil cuatrocientos cincuenta y dos
individuos lloran, nueve millones seiscientos treinta y tres mil
catorce ríen compulsivamente, veinte niños mueren de inanición,
quince suicidas lo consiguen, se producen diecisiete asesinatos,
ciento cincuenta millones noventa y cinco mil cuatrocientos ocho
peen, se escriben cincuenta millones setecientos una mil doscientas
doce letras. Se inhalan diez mil millones de metros cúbicos de aire,
pero sólo nueve mil millones novecientos mil ochocientos treinta y
cuatro son exhalados a la atmósfera, quinientos noventa y cinco mil
doscientos treinta y ocho culos cagan y se consumen ciento cincuenta
y ocho mil trescientos treinta y siete kilos de materia de
alimentos. En este preciso instante. Entran quinientos cuarenta y un
meteoritos a la Atmósfera, Se encienden un millón ciento cincuenta y
siete mil cuatrocientos siete cigarrillos, Antón Bregado sobrevuela
Calahorra, intenta batir el record de vuelo con parapente con motor
atravesando de un tirón España entera, se la saca y mea, Wan Pring
Gahi To ha perdido la noción del tiempo, debe de estar más o menos
en la mitad del Pacífico, le toca disfrutar de los veinte minutos
diarios de cubierta que por turnos disfrutan los tres mil operarios
que el barco lleva enlatados, cosiendo prendas cuando van hacia
Méjico y envasando salsa de mole pollo y mole poblano cuando vuelven
a China, respira hondo y realiza un movimiento de qui-gong en el
metro cuadrado que le corresponde, le falta un año para cumplir el
contrato, después podrá instalarse en Pekín con los ahorros, la
comida es cada vez peor y más escasa pero Kuhan Chung O y Tahsequi
Toh To que protestaron no han vuelto a aparecer, se dice que los
tiraron por la borda, Savater consigue sacarse la pelotilla con el
meñique, absorto en su filosofar se ha estado hurgando con el dedo
en la nariz, medita sobre esa noticia que oyó ayer sobre los barcos
factorías que surcan los mares llenos de chinos trabajando sin
parar, que tanto le impresionó y que tan aparente le parece para
poner un toque real, duro, agrio y estimulante, en su último libro y
en si comerse el moco o no cuando Rayan Wood, ingeniero nuclear que
trabaja en el diseño de una nueva arma que aprovecha desechos del
uranio de uso civil, clika el enter para enviar el email desde el
ordenador de su despacho en la Base de Experimentación de Tecnología
Avanzada del desierto de Arizona. De acuerdo con hacer la prueba del
prototipo en Afganistán. Sí, mejor que se haga entrar, a comprobar
efectos, pasados dos días al comando que efectue los lanzamientos y
se les someta después a cuarentena. No hay otra forma de evaluar los
posibles efectos persistentes de la radioactividad. Ordena. La
seguridad de su país y el futuro de sus hijos le justifica toda duda
moral y al tiempo que manda el email piensa que tiene que hacer la
reserva en Dysneylandia para el fin de semana, y Manolo Camaroes
está en Berlín, es la primera vez que sale a más de cincuenta
kilómetros de Ruideiros, para ver el mundial y metérsela a Belinha,
que también a ido a Alemania pero en avión y no precisamente a ver
el fútbol, como ciento treinta y tres mil tías más de todo el mundo.
Manolo tiene treinta años, soltero, lleva la tienda del pueblo, que
es de sus padres, cuando hace tres días subió al autobús con
Arturinho, su colega de siempre, que ahora es el constructor de la
comarca y estuvo de emigrante siete años en Frankfurt, todavía no
sabía ni de ella ni de la estrecha relación que por un instante iban
a tener. Ocupando por el sexo un mismo punto del espacio. En
realidad no le gusta ni el fútbol ni las tías pero eso es algo que
ni él debe saberlo. A ver quién llega mais lonte, propuso anoche
Arturinho cuando se la estaban cascando como cubas en la habitación
del hotel. Ganó él como otras veces. Por más de una cuarta. Tío
manhá, si ganhamos o partido, temos que ir de putas, propuso
Arturinho todavía con los güevos al aire con su acostumbrada manera
de ordenar el orden de las actividades. Manolo ha ido como iba con
la peña un sábado de cada dos o tres semanas a los putiferios de
carretera de su comarca. Pero esta vez no ha compartido la tía con
Arturinho, él se metío con la mulata en el reservado de al lado.
Ahora acaba de cumplir, Belinha se está vistiendo con expresión
aburrida y él grita al tiempo que sale el email de Rayan, ohéee, ohé
ohé ohéee, ohéee, ohéeee, ... todavía con el condón puesto, tumbado
bocarriba en la cama haciendo girar en su mano derecha sus
calzoncillos azulblancos como la bandera gallega, regocijándose al
oír como Arturinho le hace coro al otro lado de la pared, ohéee,
ohéee, ohé... Sus altezas también han estado en el partido con que
su país ha entrado en competición, y al tiempo que gira el
calzoncillo de Manolo da vueltas en la cabeza de la princesa los
actos del día. A ella no le ha gustado nunca el fútbol y no está
segura de haber representado bien su papel. Es difícil. Su papel.
Sobre todo porque nunca fue princesa. Nadie sabe la galera del puto
aprendizaje. Huy, por dios, puto, esa palabra ni pensando, al menos
por ahora, todavía. Y hoy ha tenido que apencar durante casi tres
horas, levantarse, agitar con entusiasmo los brazos en señal de
enérgica alegría, mostrar atención, nerviosismo... al mismo tiempo
que no dejar de trasmitir seriedad reposada. Sin dejar el control en
la cabeza. Hay que estar estirada pero no tiesa, con la nariz
levantada pero no mucho, cercana pero guardando las distancias sin
ser jamás, mucho cuidado, altiva. Sin perder ni un segundo la debida
regia compostura que proclame la realeza que nunca crió ¡Joder! Sí,
anda y que le den, lo vuelvo a repetir: joder, qué pasa, a ver si es
que no va a poder una ni pensar a solas. Espero que no me haya
captado algo inconveniente cualquier objetivo incontrolado. Se dice
preocupada mientras se peina en su peinador y canta ohé Manolo, la
espalda corvada por el cansancio y el íntimo relax. Mira, a mi me ze
da lo mimmo que jagah lo que quierah, lo mimmitico me ze da, pero
que como vuervah otra veh ahumao como anoche a cuenta er furbo...
¡Aquí no entrah!, te vah a la bodega y allí gomitah o jaceh lo que
quierah. Conque..., oigo decir a mi vecina al tiempo de las
principescas abstracciones y del ohé ohé ohéee que coincide con el
miauhh, miauhhh, de Porterillo, que trova maullando desde la calle
para recordarme que está esperando a ver si le cae algo, mirando de
paso un moscardón que vuela enfrente de mi balcón, mientras estoy
sentado en mi sillón de oficina del PLUS enfrente de la pantalla,
tecleando, justo cuando, zlastp, se lo traga el vencejo que sigue
volando chirriando a media altura calle abajo mientras yo tecleo el.
Enrique López
enriquelopez@elbarrancario.com
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