MOCOS Estoy
intentando escribir no sé qué y de pronto me encuentro con las narices llenas de mocos.
Me levanto, me dirijo a la estantería y saco un pañuelito de esos de muss de papel. Me
los sueno, me relimpio, y hago una pelotita con dedos repugnados y la tiro a la papelera y
en ese momento pienso: en el destrozo de los bosques y el problema ecológico del papel y
todo eso. Para limpiarse los mocos. Constato que cada vez más hay más pañuelitos por
todas partes y más baratos y más usados por todos y para todo y más cirio y más
campaña para explicar cómo el desastre de los bosques es crítico y alarmante y se
publican a ese fin miles de toneladas diarias de papel impreso con jilipolleces que van a
parar a engrosar los basureros, otro problema, por gente que vive de eso y que mientras
tanto se limpian los mocos con miles de millones de pañuelitos de muss de papel.
Congresos, simposiums, jornadas, debates, campañas, reuniones. Para tratar el tema. Todas
con pañuelitos de papel para limpiarse los mocos, las gafas, secarse las manos, y
enjugarse las lagrimas producidas por los bostezos del aburrimiento de todos esos debates
que conducen a la emisión de los proyectos, de los prospectos, de los folletos, de los
carteles, de los miles de millones de toneladas que tales procedimientos gastan cada día
en papeles. Se me ocurre que sería fácil solucionar el problema en concreto en
referencia al pañuelito de muss de papel: se dejan de fabricar y los demás nos sonamos
los mocos con los dedos. Oye, o como se hacía antes hace no tanto cuando no teníamos los
pañuelitos de muss de papel. Cada uno sabrá cómo. O con uno de tela. Lavable. Jó, qué
asco tener que andar ahora lavando mocos. Sí, ya, pero incluso en la lavadora. Qué asco,
¿no? Ahora que tenemos los pañuelitos de muss de papel. Sin embargo, ese es el problema
del pañuelito, del papel, y de los mocos. Me s'antoja una barbaridad decir así de pronto
de acabar con los putos pañuelitos. Y con los millones de objetos que vienen a ser lo
mismo. Una idea de locos. Sin embargo. No queda otra. Una voz me dice, !¿Y todo el mundo
que trabaja ahí?! !¿Qué pasaría con todas las familias que comen de esa producción?!
Y otra voz me aclara, !pues si hace falta que se les dé el dinero que estén cobrando se
les da! !Pero que se queden en su casa tocándose los güevos! Y todo ese trabajo no se
hace y se ahorra ese trabajo que en definitiva es un trabajo que va encima en contra del
planeta y de la vida misma! Y yo medito: ¿lo sensato es prescindir de esas formas de
sonárselos, y miles de millones de personas son esclavas un tercio de su tiempo para
pagarse la insensatez de los diferentes tipos de pañuelitos de muss de papel? ¿Y si se
deja de hacer eso es motivo de pobreza? ¿Quizás de fin apocalíptico? Pues, joder, vaya
lío. Este asunto de los mocos. Tendré que hacer algo. Y saco otro pañuelo y me vuelvo a
resonar y lo vuelvo a tirar a la papelera, esta vez con menos asco porque casi no tenía
necesidad y está casi seco. Enrique López |
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