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El barrancal. Marzo 05.- Otra
vez Semana Santa. Como cada año cuando el invierno cae y el aire trae disuelta esa orden
que hace florecer las plantas y anidar las aves, y humedece chochos frescos y endurece
pollas vivas. Esa fuerza natural irrefrenable que hace que incluso al Olmo Centenario,
hendido por el rayo y en su mitad podrido, le salgan hojas verdes del gustillo.
Entonces, la carcunia
ancestral católico costumbrista y folclórica se lía a limpiar cristos y a
emperiflorar vírgenes llorosas para sacarles enjoyados y sangrantes a la calle.
Intentan proclamar lo sagrado del dolor agudo y lo
mistificante de la sangre fresca. El fetiche sado ornamentado. Unen la idea del peor
sufrimiento al olor del romero y el cantueso y a ese comezón que la primavera pone en la
entrepierna joven.
Y pretenden que nos pongamos de rodillas ante la perversión.
Porque hoy es sólo una farsa más bien relacionada con
el turismo. Ocasión de hacer el agosto para la industria hostelera. Enjambres de ociosos
con cámaras digitales a la caza y captura del ídolo adornado. Pocos viven de verdad eso
tan retorcido de la pasión del cristo. Cuatro colgados más ridículos que peligrosos.
Pero no hace tanto fue rito terrible y obligado que conllevaba ayuno y penitencia, cilicio
y oración mortificante a un dios desastroso. Y pobre del que no se sometiera.
Cuánto de esa cultura siniestra arrastramos aún por ahí
metido y olvidada. Por algo tiene la palabra pasión esa doblez endiablada en su
significado. Mira el diccionario. Por eso está bien pensar un rato y llamar a cada cosa
por su nombre para limpiar en lo posible el lastre. Sólo un rato, que si no es también
malo. Después hay que hacer como la mayoría de los semanasantistas. Irse por ahí a
viajar, a bañarse, a ponerse de tó, a hacer cada uno lo que quiera, aunque sea retratar
a los fetiches. Gozar o creer que se goza sufriendo atasco y
contratiempos por intentar creerse libres y desfogar con ansia a toque de silbato en los cuatro días de asueto que les dan en sus
trabajos. Si se quiere celebrar la semana santa. Amén. |
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