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Epílogo inflamante al rollo de los nódulos.
Luego están los nódulos que forma la necesidad, pero la extrema, los crudos, esos que en todas partes los hay pero que donde son de verdad brutales es en esos sitios perdidos por ahí que llaman en los telediarios tercermundo, y que es donde los estados nodulares nuestros se dedican a desarrollar subdesarrollo en nuestro beneficio. Al ser exóticos pintan pintorescos y curiosos vistos desde el sofá de casa y los hay también de cien mil tipos. Legales, ilegales, de sacar de la tierra minerales con las uñas, de barcos fábrica, de niños hurgando en las montañas de basura... de tráfico de órganos... A veces te enteras de algunos que son tan fuertes que dan hasta repullo. Pero puedes estar seguro de que los más sorprendentes que existen son los inimaginables que todavía no han sido descubiertos por los objetivos de los reportajes. Los hay que son impuestos a los que a ellos asisten por normas coercitivas al fin muy parecidas a las nuestras y otros que son... de lo que se podría llamar instantáneas del género espontáneo. Se me viene al coco un tipo de ellos que consiste en que pinchan un conducto gigantesco, de esos que atraviesan los países como el nervio de una hoja llevando un néctar de tipo combustible, en un punto lejano y escondido pero de forma artera y como se pueda, generando un manantial sin grifo al que acuden de inmediato, atraídos por la afloración de esa riqueza líquida y volátil, cientos y cientos de pobres diablillos con todo tipo de vasijas recicladas, que lo mismo les sirven para coger agua turbia de lejanos pozos que para dar de comer a la cabra familiar, para amasar la harina de las tortas o para llenarlas en este caso con el preciado carburante que mana potente del pinchazo. Pronto no deja de haber un mogollón de ellos alrededor del sitio. A lo mejor casi mil, chapoteando en el líquido que trasiegan sin parar nerviosamente con la prisa del acto prohibido y el afán de pillar mientras se pueda, y he oído ya un par de veces en las noticias de las tres que, producido en su quehacer algún tipo de chispa fortuita, se ha convertido el festivo nódulo de baldes en una barbacoa de quinientos negros fritos. De un solo fogonazo.
Vaya en su memoria este proverbio africano, que además vale un poco para todos: “Mientras los leones no tengan historiadores la historia seguirá siendo contada por los cazadores.” Lo que encierra una gran verdad pero no quiere decir, por supuesto, que fuera o vaya a ser más nada la historia que cuenten o contaran los leones. enriquelopez@elbarrancario.com
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